jueves, 16 de mayo de 2013

MANLIO ARGUETA




MANLIO ARGETA




A. PRIMERAS DISTINCIONES LITERARIAS. CARGOS.


Novelista y poeta. Nació en San Miguel, El Salvador, 1935. Terminó sus siete años de estudios de doctorado en Jurisprudencia y Ciencias Sociales, Universidad de El Salvador, donde se destacó como fundador del Circulo Literario Universitario, 1956, una de las promociones literarias más reconocidas en su país que formó parte de la Generación Comprometida, de gran reconocimiento literario. Hijo de Adelina Argueta y Julio Cañas.

Ha sido editor y profesor universitario en Costa Rica, Estados Unidos y El Salvador. Fue Director de la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), Costa Rica, editora donde trabajó por más de doce años, como jefe de producción. Fundador y Director de la Editorial Marca, San José, Costa Rica. Trabajó como editor en otras tres editoriales de Costa Rica.

Ha sido dos veces Director de la Editorial Universitaria de la Universidad de El Salvador (1971-72 y 1994-95). Director co-fundador de la Revista Pájara Pinta y Director de Revista Universidad, Director de la Librería Universitaria (1995-96). Fue Secretario de Comunicaciones (1994-95) y Director de Relaciones Nacionales e Internacionales de esa misma Universidad (1996-2000), donde impulsa el proyecto para la construcción de la villa Olímpica en la Universidad de el Salvador, 1999.

Vivió en Costa Rica desde 1972 a 1993, donde fue profesor por ocho años de la Universidad de Costa Rica (Cátedra Apreciación Artística) y dos años de la Universidad Nacional, Heredia (Talleres Libres de Poesía y Cuento). Fue fundador y por diez años Presidente de la ONG Instituto Cultural Costarricense-Salvadoreño donde hizo labor de intercambio artístico centroamericano y Europa.

A partir del año 2000 es Director de la Biblioteca Nacional de El Salvador, CONCULTURA, San Salvador.

ARTURO AMBROGIO





Arturo Ambrogi

Nacido en 1878 en San Salvador, en el seno de una familia acomodada de origen italiano, Arturo Ambrogi estudió en el Liceo Salvadoreño y recibió muy pronto la influencia del modernismo liderado por Rubén Darío. Fue Director de la Biblioteca Nacional y periodista; escribió sus primeros artículos en El Fígaro, y llegó a trabajar en periódicos importantes como La Ley de Santiago de Chile y La nación de Buenos Aires, colaboraciones que simultaneó con la carrera diplomática.

Posteriormente fue nombrado cónsul, y como tal viajó por los Estados Unidos, Europa, China y Japón, además de otros lugares exóticos. Las experiencias vividas durante esos años fueron la fuente de varios libros de viajes, como Marginales de la vida (1912), Sensaciones del Japón y la China (1915) y Crónicas marchitas (1916), en los que el autor plasmó su agudo poder de observación y su singular capacidad descriptiva.

Sería, no obstante, en el terreno narrativo donde Ambrogi hallaría mejor cauce de expresión para su talento. Influido por el modernismo, que dominó sus colecciones de relatos Bibelots (1893) y Cuentos y fantasías (1895), el autor evolucionó después hacia una mayor preocupación por la realidad cotidiana del país. Muestra de ello fueron las narraciones costumbristas El jetón y Atanasio Aquino Rex, que introdujeron este género en El Salvador. Fallecido en San Salvador en 1936, el influjo de Ambrogi fue determinante en la producción de los escritores salvadoreños posteriores.

El estilo de Arturo Ambrogi resulta seductor debido a la precisión para el detalle y las sensaciones y a su gran fuerza descriptiva, propia de la pintura de la época, así como por el refinamiento y corrección de la prosa y su sutil ironía. Su obra, en general, puede inscribirse dentro del impresionismo literario, y también puede ser estudiada como una tensión entre sus deseos de modernidad y sus preocupaciones regionalistas, o entre su cosmopolitismo y cierto costumbrismo positivo que le hizo producir un título como Libro del trópico (1907), donde profundiza en el campo y en los problemas y sentimientos de sus campesinos a través de relatos y descripciones. Luego aparecería El segundo libro del trópico (1916), y más adelante los reuniría en un solo volumen. Entre sus obras figuran, además de las mencionadas, Manchas, máscaras y sensaciones (1901), El Tiempo que pasa (1913) y la póstuma Muestrario (1955).

SALVADOR SALAZAR ARRUE (SALARRUE)




Salvador Salazar Arrué

(Sonsonate, 1899 - San Salvador, 1976) Artista y escritor salvadoreño también conocido por el seudónimo de Salarrué, una de las voces fundamentales de la literatura hispanoamericana por su concisión y fuerza en la recreación de la realidad de su pueblo.

Su identificación con el mundo del campesino salvadoreño y sus exploraciones en los asuntos esotéricos orientales y de ciencia ficción han llevado a valorarlo como uno de los iniciadores de la nueva narrativa latinoamericana y como destacado exponente de la cultura de su país. Sus Cuentos de barro (1933), relatos de extrema brevedad, contribuyeron a forjar la estética del cuento hispanoamericano.

Instalado con su familia en la capital salvadoreña desde los ocho años, a los diez años publicó ya sus primeros textos en el Diario de El Salvador. Formado en el Liceo Salvadoreño, el Instituto Nacional y la Academia de Comercio, estudió además pintura y dibujo con el maestro greco-ruso Spiro Rossolimo, y más tarde, gracias a una beca, en la Corcoran School of Art de Washington, donde con veinte años realizó su primera exposición individual en la Hisada's Gallery.

De regreso a El Salvador, contrajo nupcias con la artista Zelie Lardé y comenzó a prestar servicios laborales en la Cruz Roja. En 1928 fue contratado como redactor jefe del diario Patria, dirigido por los escritores Alberto Masferrer y Alberto Guerra Trigueros. Publicó allí artículos y su primeros relatos, reagrupados luego en Cuentos de cipotes. Fundó y dirigió las revistas Amatl y Espiral; a lo largo de su vida colaboraría en numerosas rotativos y revistas literarias y artísticas.

Miembro de la Sociedad de Amigos del Arte (1935-1939), durante varios años trabajó como agregado cultural de la delegación diplomática en Estados Unidos, y participó en la Conferencia de Educación organizada en julio de 1941 por la Universidad de Michigan. Alternó la literatura con la pintura; se recuerda especialmente el éxito de sus exposiciones en Nueva York y San Francisco (1947-49) y de algunas de las que realizó posteriormente en su país y de nuevo en Estados Unidos entre 1958 y 1963. Otra de sus facetas artísticas fue la de compositor: se le deben más de un centenar de canciones.

En 1963 ocupó el puesto de Director General de Bellas Artes, y en 1967 fundó, en el parque Cuscatlán, la Galería Nacional de Arte (actualmente conocida como Sala Nacional de Exposiciones), centro cuya dirección asumió. Desde 1973 hasta su fallecimiento fue asesor cultural del gabinete del Director General de Cultura, Carlos de Sola.



La obra literaria de Salarrué lo ha colocado en el justo papel de clásico no sólo de la literatura salvadoreña, sino también de la cuentística en castellano. Su peculiar costumbrismo es más bien un énfasis en la lengua de su pueblo, una visión tierna de los pequeños seres que atraviesan, con su ternura y miseria, los paisajes de su país. Escribió acerca de campesinos y desplazados de las urbes, identificándose con sus problemas y rasgos, así como con su materia verbal, que reproduce la tensión idiomática entre los dialectos, las lenguas indígenas y el castellano.

En su caso también se ha hablado de realismo mágico: un buen ejemplo de ello es el célebre cuento "El anillo de Oricalco", que desarrolla el tema de la muerte, los indios magos, y el tópico del anillo encantado. Sus primeras novelas fueron El Cristo negro (1927) y El señor de la burbuja (1927). Con Oyarkandal (1929), recopilación de relatos, dio a conocer sus primeros cuentos fantásticos. Entre sus títulos posteriores deben destacarse Remontando el Uluán (1932),Cuentos de barro (1933), Conjeturas en la penumbra (1934), Eso y más (cuentos, 1940), Cuentos de cipotes (1945; 1961, edición íntegra), Trasmallo (cuentos, 1954), La espada y otras narraciones (1960), La sed de Sling Bader (novela, 1971), Catleya luna (novela, 1974) y Mundo nomasito (poemas, 1975). Entre 1969 y 1970, a instancias de la editorial de la Universidad de El Salvador, el poeta y narrador salvadoreño Hugo Lindo se encargó de prologar los dos tomos de las Obras escogidas de Salarrué, quien intervino directamente en la selección de los textos

ALVARO MENDEZ LEAL





Menéndez Leal, Álvaro (1931-2000).

Poeta, narrador, ensayista y dramaturgo salvadoreño, nacido en Santa Ana el 13 de marzo de 1931 y fallecido el 6 de abril de 2000 en San Salvador. Autor de una obra lúcida y versátil que abarca casi todos los géneros, por la profundidad y vigor de sus piezas teatrales ha quedado adscrito a la nómina de los dramaturgos impulsores y renovadores del teatro hispanoamericano en la segunda mitad del siglo XX.

Su temprana vocación humanística le llevó desde muy joven al cultivo de la literatura, así como al ejercicio periodístico, mediante el cual se introdujo en los principales círculos culturales salvadoreños. Sus primeros éxitos literarios los cosechó en la difícil parcela de la narrativa breve, en la que se labró un merecido prestigio merced a su participación en el Certamen Nacional de Cultura de 1962, donde fue galardonado con el segundo premio en la modalidad de cuento. Seis años después se convertiría en vencedor de este mismo certamen, pero en una modalidad totalmente ajena a su vocación literaria: el urbanismo.

Su prometedora carrera en el mundo de las Letras centroamericanas recibió un impulso decisivo en 1965, cuando se alzó con el primer premio de los Juegos Florales Hispanoamericanos Conmemorativos de Quezaltenango (Guatemala), gracias a su obra teatral titulada Luz negra. Se trata de una pieza que, desde entonces, ha sido reeditada y llevada a las tablas en numerosas ocasiones, tanto dentro como fuera de las fronteras salvadoreñas, hasta el punto de haberse convertido en una obra emblemática del teatro americano contemporáneo.

Pero los éxitos literarios de Álvaro Menéndez Leal no pararon aquí: en 1970, de regreso al género cuentístico, fue galardonado con el primer premio del prestigioso Certamen Centroamericano "Miguel Ángel Asturias", convocado por el Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA). La obra vencedora era una recopilación de relatos que, agrupados bajo el bello título de Revolución en el país que edificó un castillo de hadas, vio la luz en San José de Costa Rica en 1971.

Veinte años después, Álvaro Menéndez Leal volvió a situarse a la cabeza de los autores salvadoreños galardonados en concursos literarios de prestigio, esta vez gracias a su pieza teatral titulada La bicicleta al pie de la muralla, que se alzó con el primer premio en el Certamen Nacional de Literatura convocado por la Universidad de El Salvador en 1991, para festejar su centésimo quincuagésimo aniversario. La repercusión de todos estos galardones ha convertido al escritor de Santa Ana en uno de los autores más leídos y traducidos de la literatura salvadoreña contemporánea, con una difusión internacional tan extendida que ha motivado la traducción de algunas de sus obras a lenguas tan alejadas de su ámbito geo-cultural como el inglés, el francés, el alemán, el portugués, el danés y el rumano.

Además de los títulos citados en parágrafos anteriores, Álvaro Menéndez Leal publicó también La llave (1962), Cuentos breves y maravillosos (1963), El extraño habitante (1964), Una cuerda de nylon y oro (1969), La ilustre familia androide (1972), Hacer el amor en el refugio atómico (1974) y Los vicios de papá (1978).

GABRIELA MISTRAL







Gabriela Mistral firmando un libro.
A partir de este momento emprende su tarea de maestra, que la lleva en pocos años del valle de Elqui a la región sureña de la Araucanía y de allí a las montañas que rodean la ciudad de Santiago en un viaje que le permite captar en toda su diversidad la naturaleza de su verde país e identificarse con la entrega y el servicio a los humildes a través de su vocación docente: «La Maestra era pobre. Su reino no es humano. / (Así en el doloroso sembrador de Israel). / Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano / ¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!».

Son, sin embargo, las experiencias del amor y de la muerte las que van a marcar de forma más definitiva el alma de Gabriela; tenía tan solo 20 años cuando el suicidio de su novio, el joven ferroviario Romelio Ureta Carvajal, viene a dejarle una impronta de angustia y de dolor que aparecerá reflejada posteriormente en sus Sonetos de la muerte: «Te acostaré en la tierra soleada con una / dulcedumbre de madre para el hijo dormido, / y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna / al recibir tu cuerpo de niño dolorido».

Más tarde vendrán otros amores, como el vivido con el poeta romántico Manuel Magallanes Moure, que se encontraba entre el jurado que la premió en los Juegos Florales de Santiago en 1914, y a quien dirige una encendida correspondencia amorosa en la que expresa su soledad y su dolor. A partir del reconocimiento obtenido en este certamen comienza en la vida de Gabriela una etapa fecunda y creativa: publica algunos poemas en la revista Sucesos y entra en contacto con el poeta Rubén Darío, quien publica en la revista Elegancias de París su poema «El ángel guardián» y el cuento «La defensa de la belleza».

Revista «Primerose», donde publica “Sonetos de la muerte”, 1915.
Empieza a publicar muchas de sus composiciones: «Los sonetos de la muerte» salen a la luz en la editorial Zig-zag, y en la revista de Educación Nacional aparecen los poemas «La maestra rural», «Plegaria por el nido» y «Redención»; además se la incluye en prestigiosas antologías como la de poetas chilenos, Selva lírica, preparada por Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya. Estas primeras incursiones en las letras van a verse avaladas más adelante por un crítico de la categoría del español Federico de Onís, quien dicta una serie de conferencias sobre su obra a profesores españoles y norteamericanos en la Universidad de Columbia y consigue que el Instituto de las Américas de Neueva York publique en 1922 su primer libro, Desolación. Su verso desnudo, que se opone a la poesía aristocratizante del modernismo, se encuentra, como bien ha señalado Consuelo Triviño, impregnado de un panteísmo en el que la geografía americana llega a ocupar un lugar sagrado y por medio del cual la poeta, que no aspira a captar la belleza de las cosas sino la esencia misma de la vida, empieza a ser conocida en todo el continente.

El filósofo José Vasconcelos la invita a México a colaborar con la reforma educativa y desde ese momento inicia una existencia itinerante que la lleva a Estados Unidos y luego a Europa en un periplo en el que su vida de madre y amante frustrada encuentra en la labor docente y en la poesía la forma de exorcizar su dolor. Durante estos años de constante errancia dicta conferencias en diferentes universidades y se relaciona con algunos de los intelectuales más sobresalientes de su tiempo: Giovanni Papini, Henri Bergson, Paul Rivet y Miguel de Unamuno, entre otros. Ocupa cargos importantes en representación de su país en España, Portugal y Francia, y mientras recorre esos países cargados de tradición y de historia siente que las raíces que la ligan a su tierra crecen con la distancia como un árbol frondoso que se niega a desarraigarse fácilmente del lugar donde ha crecido:

En el campo de Mitla, un día
de cigarras, de sol, de marcha,
me doblé a un pozo y vino un indio
a sostenerme sobre el agua,
y mi cabeza, como un fruto,
estaba dentro de sus palmas.
Bebía yo lo que bebía,
que era su cara con mi cara,
y en un relámpago yo supe
carne de Mitla ser mi casta.

El encuentro con la vieja Europa sólo ha servido para azuzar su nostalgia y permitirle recuperar la imagen de América Latina en Tala y Lagar, dos libros que se nutren de sus paisajes y su esencia, y que sirven de antesala a su gran Poema de Chile, en el que trabaja intensamente durante los años postreros de su vida y que sólo aparece publicado de manera póstuma en 1967, una década después de su muerte.

ROQUE DALTON








Roque Dalton

Nació en San Salvador, un mes de mayo, en una época en la que la izquierda de su país había padecido una represión sin precedentes y que se saldó con miles de fusilados. Los hechos quedaron recogidos en su novela-testimonio Miguel Mármol.

Educado en los jesuitas, se confesaba católico vehemente hasta que con 22 años ingresó en el Partido Comunista Salvadoreño. Su actividad literaria corre paralela a la militancia revolucionaria y el reconocimiento de su valía como escritor coincide a su vez con las primeras encarcelaciones.

Miembro del Circulo Literario Universitario junto con Otto René Castillo, Manlio Argueta, Roberto Armijo y Alfonso QUijada, entre otros, obtuvo en tres ocasiones el Premio Centroamericano de Poesía y el Premio Casa de las Américas por Taberna y otros lugares, considerado como su mejor libro de poemas.

Fundador del Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP) muere asesinado en 1975 por compañeros de esa organización.

ALFREDO ESPINO


http://www.biografias
Alfredo Espino

(Edgardo Alfredo Espino Najarro; Ahuachapán, 1900 - San Salvador, 1928) Poeta salvadoreño que a partir de la publicación de su único libro, Jícaras Tristes, ha sido uno de los líricos más leídos en su país y está considerado como uno de los autores clásicos de la literatura centroamericana.

Nacido en el seno de una familia numerosa (segundo de ocho hermanos), era hijo del también poeta Alfredo Espino, miembro de una destacada dinastía de profesores, médicos y escritores. El joven Alfredo recibió una esmerada formación académica que finalizó en 1927, cuando se doctoró en la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador con una tesis sobre Sociología estética.

A muy temprana edad comenzó a publicar colaboraciones literarias en las revistas Lumen y Opinión estudiantil y en los periódicos La Prensa y Diario de El Salvador. Llevó una vida bohemia y disipada que le condujo a caer en frecuentes crisis alcohólicas, en una de las cuales se quitó la vida cuando contaba poco más de veintiocho años de edad. Sus restos mortales, sepultados en primera instancia en el Cementerio General de San Salvador, fueron después trasladados a la llamada Cripta de los Poetas, en el camposanto de los Jardines del Recuerdo.

Sus composiciones, diseminadas en papeles sueltos y en distintas publicaciones, fueron recopiladas por su padre con el fin de llevarlas a la imprenta. Una parte de esta recopilación, prologada por un texto esclarecedor del poeta Alberto Masferrer, fue publicada en 1932 en el diario Reforma social. A causa de su repercusión, en 1936 vio la luz en forma de libro una compilación más completa y representativa de su obra que se tituló Jícaras tristes.



La poesía de Alfredo Espino es un equilibrio de romanticismo y expresión mesurada, que canta al paisaje con imágenes de gran poder descriptivo y plasticidad, siempre desde una percepción tierna de los seres y las cosas de su tierra. Buena parte de su obra es un canto a la región de Cuzcatlán. Prefirió la sencillez y la métrica tradicional para sus modestas pretensiones líricas y escribió romances y sonetos, aunque no desechó el verso libre. Sus poemas evocan los árboles, los frutos, el aroma de la noche, los colores, los niños y lo maternal.

Desde su publicación, sus poemas fueron acogidos y difundidos con entusiasmo por los lectores salvadoreños, que enseguida se identificaron con su líricas descripciones paisajísticas. Así, Jícaras tristes se convirtió en una de las lecturas obligadas en los programas educativos salvadoreños, y desde instancias gubernamentales se promovió su edición y difusión.

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